Una copa a medianoche by Charlie King

#Costanegra 2

Una implacable asesina pondrá en jaque a la policía.

Una copa a medianoche

Dejó caer su mirada hacia el reloj de pulsera que había heredado de su padre. Un auténtico Rolex de oro que le devolvía poco más de las diez de la noche. El barullo del interior del restaurante se escapaba por el incesante movimiento de la puerta de entrada, ahogándose cuando esta quedaba cerrada por completo. Era puntual, extremadamente puntual. Y odiaba que otros no lo fueron. Sin embargo, esa noche valdría la pena.

Mario oteó el horizonte, en concreto la extensa avenida que desahogaba el tráfico hacia el interior de la ciudad, ahora iluminada. Le encantaba esa puesta en escena para lo que debía venir esa misma noche. Se perdió en sus propios pensamientos recordando a la "presa": una comercial de telefonía móvil de metro setenta, ojos claros y melena rubia dejada caer en ondas hacia sus hombros. Recordó la comisura de sus labios hasta el punto de sentir erizar su piel en plena simulación sexual. No tardaría más de dos horas en ejecutar su plan, en encajar todas las piezas para alcanzar su objetivo. Su fantasía produjo una reacción sexual, voluptuosa, visible, que le creó extraña vergüenza. 

Le encantaba recrear en su mente lo que horas después llevaría a cabo. Era un auténtico depredador. 

Al fin unos tacones rompieron con la melodiosa monotonía de la ciudad del Turia. La joven comercial desfilaba en su búsqueda con estilo imperial. Pisaba con garbo, arrastrando un eco martilleante de tacones que engullía la tranquilidad de la zona. La mujer, de perfecta silueta, lucía un vestido entallado de color escarlata dibujando cada una de sus curvas. Tupidas medias se perdían en la parte secreta de sus muslos, tonificados por el continuo ejercicio físico. Su dorada melena era arremolinada por el viento que se deslizaba por su cuerpo, envidiado carácter de la Madre Naturaleza por los imperfectos seres “inteligentes” que la deseaban. 

Aprovechó la oportunidad que le brindaba la vida para ahogarse en sus profundos ojos teñidos en miel. Poderosa atracción para los hombres. A tan poca distancia, un embriagador perfume lo bañó por completo. Sin lugar a dudas era una diosa con piel de mujer.

Era su más preciada “presa”. 

—Temí que no vinieras —dijo él, alargando con aire de caballerosidad su mano derecha, dispuesto a sujetar la de su “dama”.

—Intuyo que la espera habrá valido la pena —contestó ella con aire enigmático. Erótico. 

—Sin lugar a dudas —finalizó Mario dejando escapar la frase en un débil susurro. 

Ambos entraron al restaurante para dejar que las siguientes horas fueran el preludio de una velada que presagiaba una noche larga y romántica. La joven comercial reía con las ocurrencias de Mario, altivo por momentos, humilde cuando la ocasión lo requería. Un completo camaleón. Ella no era la primera, por supuesto que no lo era. Otras ya habían pasado por allí, incluso por esa misma mesa, con esas mismas vistas. Dos enormes torres medievales se alzaban como símbolo de una ciudad que aguardaba cada noche una historia nueva, diferente. Él se sentía poderoso, ella denotaba ser incauta. 

Era la presa perfecta. 

Durante un momento de la velada tuvo que escapar a los lavabos, incapaz casi de sofocar el ardiente deseo sexual que suponía la presencia de la chica. Se vio “relajándose” en la soledad de un espacio reducido, imaginándola desnuda sobre sus muslos, fogosa, sumisa. Inocente. El trabajo de comercial en ocasiones tenía esos pequeños inconvenientes; conocías a seres tan desagradables e inhumanos como él. 

Después de sofocar su deseo sexual simplemente para postergar lo que horas después haría con la joven, hundió su rostro en la pila del lavabo previamente llena, enfriando todo tipo de instinto depredador. Volvió a la mesa y reanudaron la conversación. Risas, miradas, frases lascivas y caricias gobernaron el final de la velada en el restaurante. La puerta de cristal se cerró a sus espaldas cuando tomaron un taxi en dirección a la habitación de hotel que, con premeditación, Mario había reservado horas antes. 

En la parte trasera del Citroën C5 se dejaron llevar por la pasión, peligroso impulso para él que temía no ser capaz de reprimir hasta llegar al hotel. Siempre controlaba la situación, no cometía errores. Pero esa noche parecía que estos lo dominaban a él. Como buen depredador, necesitaba calmar sus emociones para evitar fallos, para no repetir los del pasado. 




 

Al entrar por la puerta de la habitación 233, sus dos cuerpos traspasaron la oscuridad para caer en la confortable cama de casi dos metros de ancho. Las luces de la ciudad incidían por las pequeñas rendijas de las persianas creando diminutas formas luminosas. Una proyección de focos de unos seis centímetros de diámetro se extendían por todo el techo de la suite del lujoso hotel. 

En una de las mesitas de noche, dos copas aguardaban silenciosas a la víctima perfecta. Aunque parecían contener el mismo líquido, espumoso cava, una de ellas escondía una dosis química suficientemente fuerte como para dormir a una persona adulta. 

Para poder controlar a la víctima perfecta. 

Las dos manos se entrelazaron y Mario observó cómo la joven comercial golpeaba su copa simbolizando un erótico brindis, dejando caer parte del líquido sobre su canalillo y bebiendo ambos al compás del sonido de su respiración. Mario esgrimió una pérfida sonrisa. 

El líquido entró por la tráquea y pronto se dirigió en busca del sistema nervioso, paralizándolo con bastante rapidez. En pocos segundos manos y pies quedaron rígidos, el torso sin capacidad de fuerza y la mente obnubilada. En menos de un minuto y medio, un peso muerto.

Y poder absoluto sobre la víctima perfecta. 

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Mario al verse completamente inmóvil sobre la cama. ¿Se había equivocado de copa? Era imposible. Estaba todo preparado minuciosamente. ¿Qué diablos le ocurría? 

La joven comercial le observó sin siquiera sorprenderse de su estado. Mantenía en su rostro una expresión fría, una actitud extraña. Pasó por encima del cuerpo inmóvil de Mario, dejando sus muslos a ambos lados del torso de él. Se acercó tanto que sus alientos se mezclaron; el de él sabor a miedo, el de ella aroma a muerte. Y le susurró:

—¿Hace cuánto no bajas a los infiernos? 

La Dama Negra de la Justicia, como ya se le había bautizado, pronto debería preparada otra obra de arte, como ella solía llamar. Mario, al igual que otros, sólo veía en su rostro juvenil a la víctima perfecta. Sin embargo, en pocas horas el mundo volvería a temblar ante el hallazgo de otro cadáver. Y la mano que lo conduciría al Gehena sería la de la asesina perfecta.


 

Genre: LITERARY COLLECTIONS / African

Language: Spanish

Keywords: #Costanegra, Misterio, Crimen, Costa, Sanleón, crímenes, asesino, novela, holmes, sherlock

Word Count: 24337

Sales info:

Como el resto de la saga #Costanegra, publicado a nivel nacional, presume de haber recibido buenas críticas por parte de los lectores, que siguen cada una de las novelas que se publican sobre el doctor Martín Costa, asesor de la Plocía Judicial.


Sample text:

Las dos manos se entrelazaron y Mario funcionan cómo la joven comercial golpeaba su copa simbolizando un erótico brindis, dejando caer parte del líquido sobre su canalillo y bebiendo ambos al compás del sonido de su respiración. Mario esgrimió una pérfida sonrisa. El líquido entró por la tráquea y pronto se dirigió en busca del sistema nervioso, paralizándolo con bastante rapidez. En pocos segundos manos y pies quedaron rígidos, el torso sin capacidad de fuerza y ​​la mente obnubilada. En menos de un minuto y medio, un peso muerto.

Y poder absoluto sobre la víctima perfecta. 

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Mario al verse completamente inmóvil sobre la cama. ¿Se había equivocado de copa? Era imposible. Estaba todo preparado minuciosamente. ¿Qué diablos le ocurría? La joven comercial le pareció sin siquiera sorprenderse de su estado. Mantenía en su rostro una expresión fría, una actitud extraña. Pasó por encima del cuerpo inmóvil de Mario, dejando sus muslos a ambos lados del torso de él. Se acercó tanto que sus alientos se mezclaron; el de él sabor a miedo, el de ella aroma a muerte. Y le susurró:

—¿Hace cuánto no bajas a los infiernos? 
 


Book translation status:

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English
Translation in progress. Translated by Bernadette Barrero

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