Selkie by Javier Montes

El eco de las voces del pasado nos traslada, a traves de la voz de distintos narradores, a las apasionantes historias de amor de los personajes.

Selkie

Nunca antes el arte y la pasión, se han fundido con la maestría que lo hace el autor a través de estas líneas. La seducción se convierte en un arma de doble filo, ante la pericia de un escultor a la hora de tallar la fisonomía humana. Dejando indiferente a su esposa, descontenta por sus constantes devaneos amorosos con sus modelos. Antonio Pereira comparaba a su esposa con una Selkie, enigmática e introvertida. Estaba convencido que algún día recuperaría su piel de foca y lo abandonaría para siempre sumergiéndose en las torrenciales aguas del Cuacos.

El pintor Iganacio Arau se enfrenta al lienzo más difícil de su vida, mientras su joven esposa, Minerva, posa para él en medio de un bosque, donde la figura se funde con la espesura: no llegando a distinguir donde terminan sus cabellos y comienza la vegetación. Sus muslos son un esbozo del tronco de dos gruesos robles; los brazos un enjambre de ramas retorciéndose entre marañas de hojas.

Su hija ha heredado el talento de su padre para la pintura. Ella pinta una torre olvidándose de cómo la ven sus ojos. Jugando con planos abstractos, se saca de la manga una ciudad mudéjar. Aparte de la pintura solo tiene ojos para su amante, un joven periodista llamado Sebastián. La pasión los arrastra, envolviéndolos en un laberíntico romance.

Genre: FICTION / General

Language: Spanish

Keywords: Ficción

Word Count: 69.000

Sample text:

Antonio Pereira, un hombre serio, ojos pequeños de pupilas mínimas, examinándolo todo con minuciosa precisión y el máximo detenimiento. Aldara echaba de menos el escrutinio de aquella mirada reposando sobre sus senos o deslizándose por sus nalgas, o cualquier otra parte de su anatomía. Nunca le había hablado a nadie durante tanto tiempo como le hablaba a Antonio, mientras la observaba antes de introducirse entre las sábanas; o cuando apagaba la luz, estando a oscuras; o mientras se encontraba afeitándose frente a la palangana: el rostro lívido, reflejándose en el espejo; los ojos cansados de observar repetidamente el contorno de un busto de granito, antes de darle la cincelada final, el golpe definitivo que arrancará de la figura una expresión imperecedera, la sonrisa etrusca que ya no podrá ser moldeada de nuevo ni alterada, el último retoque del artista antes de entregar su obra al cliente.

Le hablaba con parsimonia, sabiendo que no encontraría mejor oidor; nadie capaz de escucharla y comprenderla como él. Le contaba su teoría sobre el origen de la vida: la idea conceptual del universo como un movimiento continuo de expansión y concentración infinito. Cuando decía infinito, se refería a algo más concreto y tangible, como un circuito cerrado de protones y neutrones; algo así como lo que sucede con el reloj de arena, que tiene un movimiento continuo de marear el tiempo; pero siempre hay un momento en que el proceso se invierte.


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