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Lucharé hasta morir por lo que amo. Es y siempre será así. Sé que soy tu fijación, tu oscura y malsana obsesión. Da igual el motivo, tocaste lo más sagrado que tengo en la vida y es a mi Rachel. No hay lugar donde esconderte, da igual lo que tarde, te encontraré y te haré pagar por tus pecados.
No solo has cabreado al policía que soy, sino que has tocado el corazón del hombre, mi familia.
¿Te crees a salvo? No lo estás.
Nunca volveré a ser el mismo después de esto, lo sé, pero tú no tienes futuro si crees que no me haré contigo de una forma u otra.
¿Me quieres?
Atrápame. Soy tuyo. Cógeme.
Me rindo a ti…
La novela es tan intensa como las anteriores de la Serie Hamilton. La escritora no defrauda.
Algo que me encanta de esta escritora, es el drama con la que empapa cada acontecimiento, desde el primer momento con el «incidente» inicial —que es el que desbarata la vida de los protagonistas—, a todas las circunstancias que genera la nueva situación.
Cuando Brian vio a su mujer, se dio cuenta de que le costaba respirar a él también. Era como si todo el oxígeno saliera de sus pulmones cuando la realidad lo golpeó con una fuerza demoledora. Cruzó la habitación y tomó la mano de Rachel para llevarla a sus labios y besarla varias veces. Estaba caliente. Besó también su frente, ansiando arrimarse más y abrazarla, pero había demasiados tubos y cables. Se le estaba haciendo difícil verla a través las lágrimas, así que se secó los ojos con la manga de la camisa. Parecía tan apacible, como si estuviera echándose una siesta.
—Te amo, Rachel —susurró—. Te amo —repitió con estremecimiento, no quería perderla—. Te amo con todo mi corazón.
Sabía que no podía oírlo, pero le habló en voz alta por si sus palabras le llegaban al subconsciente.
—Rachel, tienes que superar esto. —Besó su mano de nuevo, inclinado sobre ella—. No puedo vivir sin ti, nuestros hijos te necesitan. —La giró y besó la palma caliente, luego la presionó contra su mejilla. La sensación de su piel contra la suya fue abrumadora. Por un momento no estaba seguro de si alguna vez volvería a sentirla. Cerró los ojos y besó su palma una y otra vez.
Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia adelante, apoyando la frente en el hombro de su padre que conociendo a su hijo, e intuyendo lo peor, ya se había acercado corriendo. Tomó varias respiraciones profundas, pero la presión en su pecho solo continúo creciendo. Trató de mantenerlo oculto, de guardárselo para sus adentros. Pero fue imposible.
Brian llevó las manos a su cara y se rompió
