Kharos by Diana Buitrago

Almas de Plata

El alma inmortal consiente solo el placer celestial de la derrota a quien no tiene el alma forjada con la más pura de todas las platas

Kharos

La niebla que sube del río, una hoguera en las montañas y un rumor siseante en las calles. La daga en la mano preparada para ensartarla en un drakko, la noche que llora a sus caídos y la diosa que aúlla a la luna. Un alarido en la distancia y terror en el corazón…

En eso se han convertido los días que pasan tortuosamente en la desolada ciudad de Sapphire, donde la magia negra se ha adueñado de sus calles y la esperanza reside en un viejo templo y un portal interdimensional derruido. Desde FireCross, Los Portales, el Clan Magno, la Catedral y Nebulose, hasta el mismísimo templo y la fábrica abandonada. El pincel de la esperanza, que se niega a resquebrajarse luchando por la vida, que naufraga como la luna por el cielo. La plata de los Kharos que siempre llega al corazón y un grupo de presos dispuestos a sacrificar su propia vida para terminar con la masacre. Porque cuando todo falta solo el alma prevalece…

Genre: JUVENILE FICTION / Fantasy & Magic

Secondary Genre: JUVENILE FICTION / Dystopian

Language: Spanish

Keywords: caos, demonios, portales, hechiceros, guerreros, magia, destrucción, dioses, lobos, sacerdotes, prisiones

Word Count: 66497

Sample text:

Ya era noche cerrada cuando llegamos al viejo bloque de apartamentos. Las calles brillaban húmedas convertidas en barrizales de lágrimas perdidas y las farolas titilaban clamando a los fantasmas nocturnos. Una rata nos saludó como aúllan los gatos a la luna, enseñando los dientes. Y un intenso silencio nos embargó adueñándose de nuestros miedos más profundos, como una sentencia resbalando en el aire rancio y maldito de la noche. Subimos en procesión con las capuchas echadas para que nadie pudiera siquiera vernos el rostro. Las cicatrices surcaban nuestra piel como un antiguo mapa de tesoros perdidos y los ojos escarlata no eran más que rescoldos apagados del último invierno. Aquella era una misión suicida, kamikazes de retales de sueños buscando la esperanza como una aurora. Que de la noche también se salía aunque se acabara de dibujar en el cielo un presagio de muerte.

Un angosto y largo pasillo se extendía como las fauces de un lobo hambriento y apenas una mortecina luz engullía las sombras tras una puerta entreabierta. Sin un murmullo, ni un susurro, sin apenas respirar; llegamos hasta el umbral y nos zambullimos en la estancia iluminada por una solitaria y ancha vela ritual. De Jimmy no había ni rastro, pero la ventana entreabierta no auguraba sorpresas. Había saltado y no íbamos a dejarlo escapar.

Uno a uno, salvemos la distancia hasta el suelo en un salto mortal de cuatro pisos de altura y recorrimos las sinuosas callejuelas siguiendo su rastro. Lo acorralamos enseguida. ¿Quién cree que puede escapar del Círculo de la Muerte? Agazapado en el suelo no parecía más que un muchacho. 


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