Carlos, un joven que ha vivido toda su vida rodeado de lujos, desde siempre se ha sentido atraído a experimentar con el dolor en carnes propias y ajenas, y con el sexo en todas sus variantes. En su camino se encuentra con Margarita, una ninfa recatada, y bellisima mujer, que sin dudar mucho, se deja atrapar en las redes de este mancebo. A partir de ahí se inicia una historia con un conjunto de personajes que se van agregando a la misma, y que continúa, más allá de esta novela. La serie, Deseos, Debilidades y Perversiones , se nutrirá de un título nuevo cada año, adonde estos y otros personajes, nos llevarán por el camino de su locura y perversiones. Es excitación pura, llevada al extremo, donde se confunde con todos los instintos básicos que te puedas imaginar.
Todos los títulos de esta serie, son para lectura exclusiva de mayores de 18 años de edad o más, según las normas de cada país adonde se venda. Contiene escenas de alta violencia y sexo explícito en todas sus variantes.
LA PRIMERA VEZ
Carlos tenía 21 años. Su vida transcurría plácidamente entre sus estudios en una universidad privada, su casa, el club donde practicaba deportes y su escuela de música donde intentaba entenderse con el piano. Sus padres, Arnoldo Juan de la Casa y Lucía Clara Reynolds, aparte de estar en buena posición económica, eran prácticamente perfectos, y por lo tanto, también sus hijos debían serlo.
Así Clara Elizabeth, Cato Juan, sus hermanos, y Carlos de quien hablábamos al principio, debían y la verdad que parecían, ser divinamente perfectos, tanto como sus bellos padres.
Sus rutinas eran de libro, sin lugar a falla alguna, su higiene era sublime, sus rostros, de diseño gráfico. Por lo cómodo y acogedor, como muchos jóvenes de este siglo, aún vivían en lo de sus padres.
Su vida, para no desmerecer tal encanto, transitaba tranquilamente entre el lujo con el que vivían, y la holgura de casi tenerlo todo.
Dije bien, “casi” tenerlo todo, porque si bien a cualquier mortal desde fuera eso le hubiese parecido bastante MÁS que todo, la razón humana y todas sus debilidades, que a la postre se convierten en necesidades, campaba a sus anchas en aquella residencia de calle de los Pinos 36, en un barrio cerrado de la bella Madrid.
La casa principal, porque tenía dos más, una para el servicio y la zona de garajes y la otra, de huéspedes, era un dechado de tecnología, calidad de materiales y decoración.
Diseñada en dos plantas y sótano, tenía amplios ambientes multiuso, dos comedores conectados entre sí por una cocina con islas de cocción y de relajo, todo en tonos blancos y negros del piso y las mesadas de mármol donde sus venas ...
