Crónica de un suicidio by Franklin A. Díaz Lárez

Narración de un suicidio, de sus causas fundamentales y de las circunstancias que lo rodearon.

Crónica de un suicidio

Esta es la crónica, narrada en primera persona por su autor, del cúmulo de circunstancias que empujaron a un joven gestor inmobiliario a cometer el mayor acto de barbarie que una persona puede cometer contra sí mismo; quitarse la vida.
Es la explicación detallada de los acontecimientos que le llevaron a la locura, que lo empujaron a los abismos de las obsesiones.
La historia comienza con un cambio de sede de una oficina para un lugar en el que nuestro protagonista conoce a la que será la causa de sus delirios; una hermosa joven de dieciseis años de edad recién cumplidos.
Desde el mismo día que se conocen, ambos quedan automáticamente hechizados por los influjos de los sentimientos amorosos.
Sin embargo, el transcurso del tiempo, sus vínculos familiares (son primos), la influencia dañina de la madre de la chica, y su inmadurez, hacen que las cosas tomen un rumbo que deviene en fatalidad.

Genre: DRAMA / General

Secondary Genre: FAMILY & RELATIONSHIPS / Love & Romance

Language: Spanish

Keywords:

Word Count: 30660

Sample text:

Mis nuevas vecinas eran una panda de mujeres formada por mis dos tías farmaceutas y sus dos ayudantes; dos primas mías. Apenas si habíamos tenido trato durante nuestras vidas. Nuestras relaciones habían sido desde siempre muy distantes. Se trataba de familiares míos por parte de mi padre, del cual mi madre se separó cuando yo aún era un niño. Se les notaba excitadas por mi presencia y por la mudanza. Hacían bromas, reían, silbaban, cantaban. Me ayudaron durante todo el día con el arreglo de cada cosa en su lugar.

Mis tías farmaceutas se llamaban Aura y Zulay. Ambas habían superado ya los cuarenta años de edad.

Aura había enviudado diez años atrás. Se había jubilado hacía poco como maestra de escuela, y para no seguir aburrida en casa, siguió los pasos de su hermana menor, Zulay, y se hizo farmaceuta. Tenía dos hijas mayores de edad; María Matilde y María Herminia.

Zulay, por su parte, nunca había tenido pareja conocida; ni hombre ni mujer. Era una mujer rara, por decir lo menos. Podía pasar igual por hombre que por mujer. Sus críticos más crueles decían que era “asexuada”; que no tenía sexo. Tenía el pelo corto, las tetas escasas, el cuerpo rústico y ordinario, y la voz gruesa y poco afeminada. Nunca se maquillaba, ni usaba falda ni vestido. A diferencia de su hermana Aura, que era una mujer alta y delgada, ella era bajita y rellenita; “entrada en carnes”, como suelen decir algunos. Gozaba de la fama de ser buena amiga, pero al mismo tiempo, de ser empalagosa, pegajosa, pastosa. De allí que muchos pensaran que fuera una persona necesitada de cariños, de mimos, o como dijera un viejo amigo mío; “de que le dieran un buen revolcón”.


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