Cuentos de la Zamina by Alberto Guaita Tello

15 cuentos de hadas y seres mágicos en un bosque infinito.

Cuentos de la zamina

A las puertas del invierno, Casimiro, un anciano campesino cántabro, se encuentra en el bosque a una Hada Zamiha. Está atrapada en una trampa de lazo, inconsciente y con una de sus alas de hoja de castaño rota. Decidirá llevársela a su cabaña para poder cuidarla. Al despertar, Isnala la Zamiha, le pide pasar el invierno con él, prometiéndole a cambio contarle historias de los reinos que hubo y de los que habrá. Así le irá descubriendo a los seres maravillosos que habitan el bosque de la Zamina. Casimiro acepta encantado el trato y decide contarle a su vez las historias que aprendió de su madre siendo niño. Ven a conocer a los Liunes, los Friiiils, a los Diminutienses y muchas nuevas criaturas mágicas.

Genre: FICTION / Fairy Tales, Folk Tales, Legends & Mythology

Language: Spanish

Keywords: Fairye tales, tales, kids, kids tales, cuentos, hadas, cuentos de hadas, seres fantasticos, fantasia, fantasie, fees, foret magique

Word Count: 28000

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Sample text:

1. Casimiro y la zamiha.

 

 

1

 

 

El viejo Casimiro vivía en su cabaña de piedra en la montaña, cerca del gran Bosque de la Zamina.

 

Vivía solo, o casi, porque en la planta baja de su casa tenía un establo con dos vacas, Pica y Poca, que le daban leche todos los días; y un burrito gris, Pico, que le ayudaba a cargar leña en el bosque y a bajar la leche que le sobraba al pueblo para venderla.

 

En el pueblo lo llamaban “El refunfuñón”, y no sin razón, porque el viejo refunfuñaba todo el día, todos los días.

 

Refunfuñaba por la mañana y por la noche, si llovía, y si hacía sol. Refunfuñaba cuando su sopa estaba fría, y cuando estaba caliente.

 

Refunfuñaba cuando sus vacas daban poca leche, porque no tendría para vender, y cuando daban mucha, porque las lecheras en las que llevaba la leche le costaría mucho cargarlas en el burro.

 

Ni él mismo recordaba cuándo había empezado a refunfuñar y refunfuñar sin nunca parar.

 

Una mañana, con los primeros copos de nieve cayendo sobre su remendada gorra de lana, salió con su burrito hacia el bosque, para recorrer sus caminos en busca de los palos que pudiera haber tirado el viento al suelo, para llevárselos a su chimenea y estar calentito en el invierno que se avecinaba.

 

Refunfuñaba por los palos que eran demasiado largos, y por los que eran demasiado cortos, por los que estaban muy secos, y por los que estaban mojados.

 

 

 


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